JORDAN

HACIA EL SUR POR EL CAMINO DEL JORDAN
Se podría describir el trayecto desde Nazaret hasta el punto del río Jordán, señalado como el lugar donde fue bautizado Jesús, como el momento para el recuerdo y la meditación acerca del profeta que preparó a la gente y anunció la venida del Mesías, del Reino de Dios.
   Un profeta anunciado por Isaías, como nos recuerdan todos los evangelistas.

Juan, el hijo de Zacarías e Isabel, prima de María, a quien ésta visitara durante el embarazo de ambas.

    Juan el asceta, que vivió en el desierto, una vida de retiro espiritual. Nos lo imaginamos delgado, caminando descalzo entre las piedras, vestido con piel de camello y comiendo langostas y miel silvestre (Mc 1-6).

    Una figura importante a quien los evangelios dedican varias páginas,  que atrajo a miles de personas predicando la penitencia y el bautismo de conversión para esperar la llegada del Mesías con un corazón limpio. El último de los profetas según dijo el propio Jesús.

    Detrás de él vendría el que bautizaría con el Espíritu Santo. El Cristo, el que instauraría el verdadero y definitivo bautismo.
   De modo que este camino, alejado del Jordán solo unos cientos de metros, pero aislado del río por las alambradas que separan los pueblos. Pueblos vecinos, pueblos hermanos, que pelean entre sí desde hace cinco mil años,       pueblos a los que el propio Juan Bautista llamó raza de víboras (Lc 3-7).

    Un camino que nos muestra una tierra poco fértil, un terreno pedregoso, donde camellos y dromedarios comen las pequeñas matas de pasto que allí crecen.

    Más al sur, al este del mar muerto se encuentra el sitio donde estaba la fortaleza en que Herodes Antipas hizo decapitar a Juan, destruida luego por los romanos.

Dirigiéndonos a la zona del bautismo de Jesús no podemos menos que situarnos en esa línea que une el antiguo y el nuevo testamento y recordar la figura de Juan el Bautista como parte del camino de salvación.

                                              Fotos tomadas desde el ómnibus.

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