domingo, 26 de agosto de 2018

BIBLIA

La Biblia, ayer y hoy
  Estamos muy acostumbrados a que en un libro, más o menos voluminoso, encontremos la palabra de Dios. Sea este un libro en papel o un ebook. 
  Cada vez más el texto (digital) no existe como símbolo escrito. Son solos ceros y unos (bits). Podría esto interpretarse como una línea (secuencial, temporal). Hay un conjunto de ideas que guían la lectura de los mismos textos, que han nacido como historias e imágenes. Hay infinitos textos pero todos dicen lo mismo.
  En la antigüedad no existió la biblia como tal. Pensemos en esa era analógica, por llamarlo de alguna manera: existen un conjunto de textos sagrados dispersos, simultáneos, que no todos dicen lo mismo. Existen en la cabeza de cada familia donde cada la noche los padres relatan como cuentos la historia sagrada. Un conjunto de relatos e imágenes que se volverán a repetir el sábado o el domingo.
  En cada hogar, los padres y sus hijos, sus abuelos, los primos, están sentados sobre el piso o sobre una piedra, fuera de la casa, en la tardecita calurosa. Pronto refrescará. No se sientan en torno al fuego. La leña es escasa y la han utilizado: ramas, hojas, raíces, yuyos secos, para cocinar el pescado y el pan, o solo el pan. Cada tanto, como tomando un trago de un manjar exquisito alguien se levanta y bebe unos sorbos de agua. Enseguida reparte unos tragos breves. El agua ha sido traía a última hora del manantial para que esté más fresca.
  Los relatos se suceden, unos gustan más que otros y son más pedidos. Al día siguiente, con una vara como bastón jugarán los niños a hablar ellos con Dios. Los más chicos escucharán a los más grandes y querrán participar.
  Los rollos escritos serán pocos y no dirán lo mismo. En las miles de cabezas se ha guardado la historia. Que es siempre distinta, pero siempre dice lo mismo.
  Lejos, muy lejos, detrás del monte estarán los que no pueden dormir. Los que preparan su pelea por cosas a las que ellos mismos han atribuido valor.